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El telescopio podría ser un invento catalán
Una ciudadana observa un eclipse a través de un telescopio en la plaza de Catalunya de Barcelona en el 2006. Foto: ARCHIVO /  RICARD CUGAT


LONDRES
El telescopio podría ser un invento catalán y no holandés, como se creía hasta ahora, según una investigación que publica este mes la revista británica History Today.
El historiador Nick Pelling, autor del estudio, sostiene que el primer telescopio podría ser obra de un óptico que responde al nombre de Juan Roget, quien vivió en Girona hace unos cuatro siglos.

El historiador Nick Pelling, autor del estudio, sostiene que el primer telescopio podría ser obra de un óptico que responde al nombre de Juan Roget, quien vivió en Girona hace unos cuatro siglos.

Investigación basada en un estudio divulgado en 1959

Pelling basa su teoría en otra investigación divulgada en 1959 por el optometrista español José María Simón de Guilleuma (1886-1965), quien rastreó las primeras menciones del aparato en testamentos realizados en Catalunya a finales del siglo XVI.

Tradicionalmente, la invención del telescopio se ha atribuido al fabricante de lentes holandés Hans Lipperhey (1579-1619), quien dio a conocer su ingenio --un rudimentario tubo con lentes cóncavas y convexas-- en otoño de 1608, en plena Guerra de Flandes (1568-1646).

Varios supuestos creadores

El 2 de octubre de 1608, Lipperhey solicitó la patente del aparato, pero días después las autoridades informaron de un "hombre joven que había demostrado lo mismo con un instrumento similar".

La idea no tardó en difundirse por Holanda y Europa, donde Galileo Galilei (1564-1642) perfeccionaría más tarde el revolucionario invento, y escaparía al control de las autoridades, que acabaron negando la patente a Lipperhey y a Metius de Alkmaar. Ante esa cantidad de supuestos creadores, Pelling cree que los "aspirantes holandeses" a la paternidad del telescopio "mintieron y disimularon hasta cierto punto".

Búsqueda en internet

Guilleuma --con el que el experto británico se topó inopinadamente durante una búsqueda en internet-- encontró en un registro oficial referencias a la muerte de la esposa del catalán, Juana. El optometrista averiguó que Roget, fallecido entre 1617 y 1624, procedía de una familia de fabricantes de lentes de Barcelona.

Guilleuma fue todavía más lejos e investigó la existencia de ulleras --término que antaño significaba monóculo y que después se usó para nombrar al telescopio-- en testamentos de habitantes de la capital catalana que pudieron comprar el aparato de Roget. La referencia más antigua data del 10 de abril de 1593, cuando un tal Don Pedro De Carolona legó "una 'ullera' larga guarnida de latón" a su esposa, Doña María de Cardona y Eril.

Contactos con la familia de Guilleuma

Pelling admite que ese artefacto bien podría haber sido una gran lente sujeta a un palo largo, si bien Guilleuma descubrió también que, entre los efectos de un marchante catalán llamado Jaime Galvany subastados el 5 de septiembre de 1608, figuraba "una 'ullera' de larga vista" que, según el historiador, sí que "suena al telescopio de Roget".

En opinión de Pelling, Juan Roget y sus clientes quizás no se dieron cuenta del potencial científico y comercial de la invención. El experto británico --que asegura haber mantenido contactos con la familia de Guilleuma y espera poder examinar documentos del optometrista que todavía no han visto la luz-- considera que esas pruebas pueden cambiar la historia del telescopio.

 

 

Ná de ná, o casi ná




La Condomina registró ayer una entrada menor de la esperada a tenor de la terna que actuaba, y tal vez fue una premonición, pues los toreros poco pudieron hacer con un mal ganado

Por Catalina Ojados

"Ná de ná, o casi na", es la frase que más se escuchó este martes en La Condomina durante y al terminar la quinta corrida de toros del abono murciano.

"Ná", dijeron los toros de El Pilar, cuya presentación dejó mucho que desear, pues eran justitos de hechuras y feos de cara. Su comportamiento tampoco fue el que necesita una feria de segunda categoría, por lo que todos los toros, excepto el segundo, escucharon pitos en el arrastre.

Además, esta corrida no congregó al público esperado. Los tendidos de La Condomina sólo se poblaron en algo más de la mitad de su aforo, algo extraño si tenemos en cuenta la categoría del cartel: Morante de la Puebla, Alfonso Romero y Alejandro Talavante.

Morante sustituía a Cayetano, que ha tenido que cortar temporada a consecuencia de la cogida que sufrió hace un par de semanas. El de la Puebla del Río intentó sacar faena a un toro que no terminó de emplearse en la muleta. Aún así, el torero sevillano puso empeño en sacar algo y basó el primer trasteo de la tarde en el toreo por el pitón derecho, el más potable del astado.

Para matar al burel necesitó un pinchazo y media estocada y recibió una ovación que saludó. Con su segundo tampoco tuvo mucha más suerte, ya que le sobró sosería y le faltó transmisión. Pero aún así, Morante dejó en el albero murciano varios pases con su propio aroma.

Alfonso Romero quería sin duda volver a hacerse con el premio al triunfador de la Feria Taurina de Murcia, como el pasado año. Él sabía que la cosa estaba difícil, pues todas las tardes anteriores se había abierto la Puerta Grande de la centenaria plaza murciana, pero el pelirrojo torero no había desistido. Y eso que este animal fue el más colaborador del festejo.

Romero lo recibió con bonitos lances a la verónica, que dejaban en cada movimiento del percal elegancia y torería. El toro le metió la cara en la muleta y así le pudo sacar muletazos limpios y de bello trazo con la derecha, pero con la izquierda lo probó y poco más. Su fallo con la espada le privó de recoger un trofeo.

Sin embargo, con el quinto no tuvo opción, ya que no ha tenido nada de clase y en ocasiones puso en apuros al torero, pues mostró complicaciones que ya fueron evidentes cuando la cuadrilla se disponía a colocar las banderillas. Por esta labor, el murciano escuchó palmas.

Talavante aguantó en su primera labor con los pies de plomo al hilo de tablas, pues el astado quiso refugiarse ahí. Los arrimones que se pegó le ayudaron a conseguir la única oreja de la tarde, que fue a sus manos tras un pinchazo y estocada.

El sexto recorría el ruedo como una flecha y los que lo veían venir de lejos pensaban que tenía posibilidades de saltar, así que este ejemplar de El Pilar tampoco se diferenció de sus hermanos.

Este deslucido trasteo aburrió a parte del público, que ante semejante ganado no se mostró igual de festivo que como de costumbre. Tras varios intentos de matar con el estoque, el pacense cogió el descabello, que saltó a un burladero del callejón, cuando el toro dio un arreón, pudiendo causar algún percance. Fue silenciado tras dos avisos.

Así que, tras casi dos horas y media de un festejo aburrido, en el que al menos la terna sobresalió por encima de los toros, era normal que la frase más pronunciada en los corrillos de aficionados fuera "ná de ná, o casí ná".


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